Han pasado dos años de este suceso que amenazó la democracia del país y hoy, más que nunca, es importante comprometerse a no olvidar sus principales lecciones.
Así se le conoce a la incursión armada por parte de militares y policías fuertemente armados y liderados por el presidente de la República. Su objetivo fue presionar a los diputados de mayoría opositora por un préstamo.
Es grave porque en las últimas tres décadas es el punto en el que más claramente se rompió el pilar clave de los Acuerdos de Paz: se politizó a las fuerzas de seguridad para presionar a un órgano autónomo de Estado.
Sí. Aunque esto es ilegal, pues la Asamblea es un ente autónomo, el presidente admitió en marzo de 2020 -en un “live” con el rapero Residente, que usó a policías y militares para presionar a la oposición.
De hecho, un día después de la toma, la Sala de lo Constitucional legítima dijo que era ILEGAL e INCONSTITUCIONAL usar a los cuerpos de seguridad para ejercer presión indebida sobre otro órgano de Estado.
Porque desde ese momento hasta acá, Nayib Bukele parece no entender que su poder es temporal, limitado y sujeto a la Constitución. Él cree que tener la popularidad y las armas de su lado le da el aval de hacer todo lo que quiera y si las cosas no funcionan, recurrirá a la violencia.